No se puede negar que el socialismo del siglo XXI le dio un nuevo giro a la famosa libreta de racionamiento cubana y que la revolución chavista ha sabido introducir la tecnología para adaptar la restricción a los nuevos tiempos. Pero tampoco se puede negar que en este modelo hay una constante que se sigue aplicando, como lo hizoFidel Castro en el siglo pasado: el individuo jamás podrá ser libre.
La tecnología de las captahuellas y de las bases de datos con los números de cédula ha suplantado aquella libreta que tenían los cubanos en las que se anotaba lo que consumían semana tras semana y mes a mes. Son más de 50 años con este sistema en la isla.
Aquí estamos modernizando el racionamiento con software desarrollado especialmente para que los comercios sepan si una persona intentó comprar dos veces en una misma semana un paquete de pañales. Lo malo es que ahora la injusticia llega a los medicamentos.
Cada ladrón juzga por su condición, y el gobierno bolivariano cree que los venezolanos son unos mentirosos compulsivos a los que les gusta inventar enfermedades para gastar dinero, como si les sobrara. Afirmar que la gente inventa tener hipertensión para “acaparar” antihipertensivos, o decir que se tiene diabetes para acabar con la insulina es tener una mente retorcida y proyectarla en otros.
Ahora resulta que improvisan un sistema que hasta un pobre anciano de 80 años de edad va a tener que usar para poder recibir los fármacos para sus dolencias. Y todos nos preguntamos qué pasará cuando al viejito le quede una pastilla y en la farmacia le digan que aún no ha llegado. Porque los enfermos crónicos saben que dependen de un medicamento para poder sobrevivir y nunca dejan para última hora la reposición de lo que les hace falta. Todo el mundo sabe que la angustia de no conseguir la medicina empeora las condiciones de cualquier paciente.
Desde hace tiempo se está viviendo la escasez de medicamentos. En estos días un directivo de la Cámara de Farmacias del estado Aragua afirmó que en esa entidad el déficit de fármacos es de 60%. Y algo similar ocurre en todo el país. Llama la atención entonces la promesa de que cada quien recibirá las pastillas identificadas con su nombre, porque todos en algún momento hemos tenido que visitar más de una droguería buscando algo que está agotado.
Así que el primer resultado de esta brillante idea anunciada sin muchos detalles concretos por el ministro Ventura será una creciente burocracia. Gente pegando etiquetas en las farmacias, o llamando a los pacientes para avisarles que llegó su prescripción, o verificando con número de cédula que sea usted el beneficiario de tan generoso regalo del gobierno para seguir viviendo, pero antes páguelo bien caro, porque este gobierno no regala ni papelillo.
La escasez no se soluciona coartándoles la libertad a los enfermos crónicos de comprar los medicamentos que necesita cuando lo considere o tenga el dinero. Olvidan que la escasez se soluciona estimulando la producción.
Vía El Nacional.
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